El nuevo disco de Justin Timberlake es muchas cosas a la vez. Es ameno. Es largo. En ocasiones es hasta atrevido. En el mejor de los casos, es entretenido y, en el peor, aburrido. Lo seguro es que el contenido de ‘Everything I Thought it Was’ no invita ni a defender apasionadamente a Justin Timberlake de sus «haters» -y en los últimos ha reunido a un ejército de ellos- ni a criticarlo con avaricia.
Justin tenía material del que escribir. Su imagen pública ha quedado seriamente erosionada en una época en que la conciencia feminista obliga a revisar actitudes que antes eran normales pero hoy merecen ser reprobadas (él sigue colgando carteles de todo agotado en sus conciertos, cancelado no está). Sus disculpas han llegado tarde y mal y no han dado ganas de tomárselas en serio. Saliéndose del guion, él ha retado a los críticos espetando en medio de un concierto que no va a pedir perdón “a nadie”.
En este contexto, ‘Everything I Thought it Was’ llega para corregir daños. Concretamente, el ocasionado por ‘Man of the Woods’, un disco que, publicado en 2018, ni público ni crítica recibieron con entusiasmo. Pero, sobre todo, el disco de Justin trata de evitar desde el principio que cualquier daño pueda ocurrir. Es un disco escrito con un plan de prevención de riesgos sobre la mesa. Justin no defiende su honor, menudo error habría sido ese, sino que recurre a unas letras impersonales y formuleras que podría cantar cualquiera. Las canciones juegan sobre seguro. Y este hecho, viniendo del autor de ‘FutureSex/LoveSounds’ (2006), invita necesariamente a la decepción.
Las canciones de Justin no tienen que ser vanguardistas por defecto. Aunque, históricamente, han sido las mejores. Pero ‘Selfish’ es un single estupendo que, en una línea R&B-pop blandito y mono, ni necesita a Timbaland ni se merecía el fracaso estrepitoso que ha acabado protagonizando en listas. Aunque, quizá, Timberlake se lo ha buscado él solo firmando una letra que parece sacada de otro tiempo.
En el marco en que ‘Everything I Thought it Was’ busca ser todo lo digerible posible, las canciones que contiene se suceden en todo momento amables y correctas. Cuando se ponen bailables siguen exhibiendo el buen hacer de Timberlake para los ganchos pop. Sucede en el «late nite disco» de ‘Fuckin’ Up the Disco’, en el funky ‘Play’, un buen homenaje a Prince animado con trompetas, o en ‘Imagination’, que, en un estilo de disco-pop inofensivo a lo Lizzo, efectivamente sabe a “nube de azúcar”. Claro que, para llegar a saborear este caramelo, hay que recorrer un largo bosque.
El camino de ‘Everything I Thought it Was’ se embarra demasiado pronto. Las canciones, aunque escritas con suma profesionalidad, suenan cohibidas, encorsetadas, incluso cuando su intención es la de sacarte a la pista de baile. El nu-disco de ‘No Angels’ debería ser más divertido de lo que es, pero tanto composición como letra (“you got that somethin’ new / that sexy attitude”) suenan a cliché. A ‘My Favorite Drug’ le sobra ‘Trollz‘ y le faltan drogas. ‘Infinity Sex’ tiene más de lo primero que de lo segundo.
En otras pistas, Justin, como si en seis años de retiro discográfico no hubiera podido hacer acopio de ideas, no duda en copiarse a sí mismo. ‘No Angels’ sorprende -para bien- incorporando una coda de inspiración Timbalandesca que no esperas. Pero, aunque ‘Drown’ es un buen tema, es solo la sombra de ‘Mirrors’. Y ‘Technicolor’ se extiende hasta los siete minutos sin ni remotamente igualar la magia de ‘The 20/20 Experience’, el último disco realmente visionario de Timberlake.
El mayor delito de las canciones de ‘Everything I Thought it Was’ no es que recurran a ideas pasadas, sino que durante un gran tramo del disco la llanura de las melodías hace que el disco quede desprovisto de toda adrenalina. ‘Love & War’ es la típica balada ladrillo, y ni siquiera cuando Justin experimenta con el afrobeat (‘Liar’) o con el rock llenaestadios (‘Sanctified’), las canciones hace que salten chispas. Después, ‘Paradise’, la colaboración con *N SYNC, es más blanda que el pan de molde.
En ocasiones el disco sí arriesga un poco. Timberlake podría haber grabado un repertorio de canciones cortas y tiktokteras, pero en absoluto es este el caso de ‘Everything I Thought it Was’. Sin Timbaland produciendo todo, Justin -como hace en ‘No Angels’- se sigue atreviendo a extender minutajes y a explorar los diferentes caminos a las que sus canciones le llevan. El disco se abre con ‘Memphis’, un slow jam lleno de distorsiones vocales, y ‘Flame’ va más allá de lo que imaginas. No transgrede, pero sí rompe su propio esquema. Esto es algo que la mayor parte de ‘Everything I Thought it Was’ parece evitar a toda costa.
Fuente (xx)
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